miércoles, 13 de noviembre de 2013

Placeres sin tiempo, Bocas del Toro , Panamá en el Caribe


El tiempo en Bocas del Toro , Panamá , va y viene. El visitante pierde noción temporal cuando se entrega a aquellas aguas del Caribe Sur y las pequeñeces pierden valor relativo; disfruta de un mar turquesa, arrecifes de coral y se maravilla con la fauna que habita el entorno de bosques y selvas tropicales. Pero por otro lado, el tiempo se convierte en un aliado indispensable si la intención es ir descubriendo las características de las islas que forman este archipiélago ubicado a 40 kilómetros del límite con Costa Rica. Es que según reza una frase que todo lugareño desempolva en Bocas (como cotidianamente llaman al lugar) existe una isla por cada día del año.

Más allá de certezas o mitos, las bondades que ofrece la costa norte panameña enamoran al turista. A 20 minutos de Isla Colón (la capital de la provincia de Bocas del Toro), hacia el extremo sur de la isla San Cristóbal , la laguna de Bocatorito –o de los Delfines– representa una parada obligatoria en el largo recorrido por los atractivos naturales: las lanchas bajan su velocidad hasta detenerse formando una suerte de platea para deleitarse con los delfines nariz de botella, que suelen asomar en una zona con más de 18 metros de profundidad, mientras ensayan su ritual de apareamiento.

Tras el espectáculo, el viaje en lancha (hay decenas, con capacidad para 10 a 15 pasajeros, que pagan entre 20 y 35 dólares cada uno por la travesía) continúa hacia el este. Cayo Coral, en Isla Bastimentos , representa una olla cristalina ideal para bucear y tutearse con corales y todo tipo de peces. Aquel que no cuente con su equipo, por 2,50 dólares puede alquilar un snorkel y jugar con algún pez pargo o ángel, o perseguir un cardumen de pez sargento verde. Para los expertos, el buceo con tanque resulta una chance de formar parte de una de esas coloridas películas que transcurren en el fondo del mar.

En ambas paradas es posible hacer un recreo para disfrutar de platos típicos y tomar alguna gaseosa, cerveza o trago en algunos de los restaurantes montados en los muelles. Una estructura de madera de palo redondo y techo de penca, totalmente acondicionada y pintada con colores llamativos donde el menú invita a degustar una langosta entera (25 dólares), langostinos (16 dólares), camarones (15 dólares) o un filete de dorado (12 dólares), entre otros manjares. “Los platos vienen siempre acompañados con arroz, ensalada y patacón”, detalla Daniel Hains detrás de la barra del “Restaurant de Alfonso”. Justamente el patacón es la vedette de cada comida: se trata de plátano machado y frito, que tanto puede acompañar un manjar como ser servido en forma de cazuela.

Mientras se disfruta de las actividades o simplemente uno se entrega a la paz reinante, es difícil animarse a mirar el reloj. Pero la intención de conocer otros parajes obliga a encender de nuevo motores. Media hora más surcando las aguas (o 10 minutos partiendo de la Isla Colón) basta para llegar a Red Frog Beach , una playa en la costa norte elegida para las competencias de surf por la abundancia de olas. Por 4 dólares, el turista cuenta con un transporte para atravesar el nutrido bosque de manglares que separa la cabaña que lleva registro de los visitantes de las aguas agitadas. Su nombre en inglés viene de las diminutas ranas rojas que desandan el parque tropical y que se convirtieron, sin dudas, en una atracción más.

“Esperaba encontrarme con un lugar súper virgen, pero nunca imaginé que iba a ser como el paraíso mismo”, asegura Paulo González, un argentino que ya lleva unas horas en Playa de las Estrellas. Es que justamente el paraje ubicado a unos 25 minutos de lancha, en un área denominada Bocas del Drago, cuenta con todas las características de un paraíso caribeño: agua calma, cristalina y poco profunda, donde las estrellas brillan como reinas del mar ahí, al alcance de la mano. No hay estructura hotelera; solamente manglares blancos en la parte selvática y palmeras en la costa (muy angosta, por otra parte, de apenas un par de metros de arena) a la que sólo se llega en lancha. De hecho, resulta el paraje elegido por las parejas que optaron por refugiarse en Punta Caracol, un interesante complejo de cabañas “flotantes” y separadas entre sí.

Cayo Zapatilla está a unos 45 minutos en lancha, lo más alejado del archipiélago, hacia el lado norte. “Se trata de una isla que es una reserva ecológica, donde existe un guardaparque que vela por la seguridad y la limpieza del lugar. Es que no hay restaurantes ni bares; hay que llevar alimento”, revela el fotógrafo panameño Roberto Cisneros, acompañante de lujo en el recorrido, y destaca que Cayo Zapatilla es señalada como la más exótica de todo el área de Bocas del Toro. El visitante suele pasar todo el día en esta isla paradisíaca. Hay que pagar 5 dólares para sumergirse en el agua celeste y pisar la arena blanca, casi polvo, donde no resulta extraño observar cangrejitos deambulando, un lugar excelente también para chicos.

Tierra de culturas Recorrer Bocas del Toro es respirar un ambiente afroantillano clásico del Caribe. El origen del nombre sigue siendo un misterio, aunque las versiones apuntan al cuarto y último viaje de Cristóbal Colón, en 1502. Una dice que él observó varios saltos de agua con forma de “bocas de toro”. Otra, que divisó un peñasco en la isla con forma de “toro acostado”.

Panamá es una tierra de contrastes habitada por una colorida mezcla de etnias y costumbres, y el pueblo de Bocas no es la excepción. Conviven en armonía indígenas, latinos y extranjeros, que transportan a las raíces del continente. De hecho, muchos señalan a los pueblos originarios Naso y Bri-Bri, que habitan en comunidades indígenas al oeste de Bocas y representan apenas el 2 por ciento de la población.

En la zona céntrica, la de más movimiento, abundan los comercios multirrubro, supermercados y puestos de comida al paso. Allí es donde por la noche los habitantes se consagran a la diversión, siempre matizada por música, baile y, claro, ron. Sobre la avenida en cuestión, apenas hay algunas construcciones en altura. Pero en general en Bocas manda la típica arquitectura y original paisaje, con casas de madera sobre tierra firme, y otras sobre pilotes dentro del mar. Y por supuesto, la gran oferta de posadas y hoteles, que van desde casas apenas acondicionadas a resorts con playa propia, como el Playa Tortuga.

Pero muchos que asoman la nariz más allá de los caminos más transitados se atreven a calificar al lugar como un paraje perdido en el tiempo, donde el tiempo corre a otra velocidad. Ese mismo tiempo que para un visitante a Bocas del Toro, va y viene..

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